El día ha llegado.
Sentía que regresaría el desayuno de 3 días, sin embargo, me
calmé.
Cashmere, Gloss y Violetta no irán con nosotros. Ellos se
desplazarán directamente a la sede central de los Juegos, donde reclutarán
patrocinadores.
Es el momento de despedirse.
-
Cashmere, Violetta, Gloss, muchas gracias por
todo, por su comprensión y sus consejos. No sé si volveremos o no, nadie tiene
asegurado un futuro, si lo hago, los veré pronto, si no lo hago, quiero que
sepan que en tan poco tiempo se volvieron realmente importantes para mí.- Dije
esto mientras sus ojos se cristalizaban y me abrazaron.
-
Oh, Marvel, eres maravilloso en cada aspecto,
estaremos cuidando de ustedes.- Dijo Cashmere, para después besar mi cabello.
Glimmer y yo nos fuimos con nuestros estilistas, que nos
prepararían para los Juegos y nos enviarían directamente a ellos.
Antes de comenzar con toda la acción, pedí un momento a
solas con Glimmer.
Noté como ella palidecía y sus labios comenzaban a temblar.
-
Glimmer, todo estará bien, lo prometo.
Llegaremos a la arena, entraremos al baño de sangre, comenzaremos una alianza y
todo irá bien, ya lo verás. Después, que pase lo que tenga que pasar, pero te
aseguro que haré todo lo posible por mantenerlas a salvo.- Tomé su cara entre
mis manos suavemente y besé su frente.- Es hora de irnos, pero te veré en la
arena.
Me fui con Rose y un aerodeslizador aterrizó, subí por la
escalera, al estar ahí, un hombre vestido en bata blanca se acercó con una
jeringa.
-
Marvel, este es tu dispositivo de seguimiento.
Cuanto más quieta estés, mejor podré colocártelo.
Al colocarme ese dispositivo se retiró y yo me dirigí hacia
el gran vidrio que había, admirando cada uno de los paisajes, estábamos pasando
sobre la ciudad, veía a la gente como puntos muy pequeños, todos llenos de
color, después, sobrevolamos sobre otros lugares más, alguien se acercó y me
alejó de ahí. Era Rose.
-
Marvel, deberías desayunar algo, vienes con el
estómago vacío.
-
No lo sé, Rose…
-
Marvel, haz caso a lo que te digo, sufrirás de golpes
de adrenalina, los cuales a las pocas horas te dejarán sin energías, debes
llevar algo en tu organismo.
No tenía muchas ganas de discutir con Rose, así que decidí
tomar el desayuno.
Honestamente, no sabía con certeza que era lo que estaba
desayunando, solo tomaba la comida y la metía a mi boca rápidamente; los
nervios ya se estaban haciendo presentes.
Cuando ya no pude más, me recosté en un pequeño sofá.
Después de unos cuantos minutos, el aerodeslizador aterriza,
y Rose y yo volvemos a bajar la escalera, aunque esta vez para bajar hasta un
tubo subterráneo que da a las catacumbas.
Seguimos las instrucciones para llegar a mi destino, una
cámara para realizar los preparativos. En el Capitolio la llaman la sala de
lanzamiento. En los distritos la conocemos como el corral, donde guardan a los
animales antes de llevarlos al matadero.
Todo es completamente nuevo, yo seré el único que usará esta
sala de lanzamiento, y es completamente horroroso.
Lucho por no vomitar todo lo que he comido hace unos
momentos atrás.
Rose me ayuda a abrir el paquete en el que viene la ropa que
usaré, ya que yo estoy demasiado nervioso para abrirlo por mí mismo.
Con todo listo, solo queda esperar la llamada.
Los nervios que sentía se convirtieron en terror, pensando
en que era lo que me esperaba.
Rose está sentada frente a mí, totalmente en silencio,
mirándome fijamente.
Le iba a preguntar qué era lo que sucedía pero ya era muy
tarde, ya anunciaban que era la hora de partir.
-
Cuídate mucho, Marvel. Has sido de los mejores
tributos que he tenido. Que la suerte esté siempre de tu parte.
Caminé lentamente hacia la placa de metal redonda, miro por
última vez a Rose y un cilindro de cristal me rodea, separándome por completo
de lo que solía ser mi libertad. Cierro los ojos para cuando el cilindro
empieza a elevarse, dejándome en la oscuridad, intento regularizar mi ritmo
cardíaco y lanzo un gran suspiro al cristal.
¿Por qué es que tengo tantas ganas de vivir la vida que se
me ha dado cuando están a punto de quitármela por completo?
Siento la luz del sol sobre mi cara y la brisa del viento
soplar con ese conocido olor a pino.
En ese momento oigo la voz del legendario presentador
Claudius Templesmith por todas partes:
-
Damas y caballeros, ¡que empiecen los
Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!