Era hora de comenzar la cacería en el
bosque. Ya era de noche y comenzaba a hacer frío.
Cato nos dijo cual era nuestra tarea, a lo
cual yo simplemente lo ignoré porque honestamente no me interesaba mucho. Mi
único plan era cuidar de Azora y Glimmer.
Cada uno de nosotros tomó una mochila con
provisiones, sus armas y una antorcha, ya que la luz de la luna no era
suficiente en medio del bosque.
Nos adentramos a este, permaneciendo
siempre juntos.
Pasaron horas desde que estamos dando
vueltas por el bosque, sin mucha acción, cuando vimos un evidente fuego a unos
cuantos metros.
Que estúpida tiene que ser esa persona como
para hacer una fogata en medio del matadero.
Escucho como Cato y Clove se emocionan, ya
necesitaban de esto.
Glimmer y yo fingimos emoción, Azora está
demasiado exhausta para eso. Y Peeta se mantiene al margen.
Caminamos más con sigilo, no queríamos que
escapara. Cuando llegamos notamos que era una chica y se había quedado dormida,
pobrecilla.
Me recargo en un árbol mostrando desinterés
y dejo que Clove se encargue de ella.
Esta toma a la chica de la camiseta:
-
Buenos días. –
Susurró Clove con una sonrisa cínica en su cara.
La chica comienza a llorar y suplicar que
no lo hagamos, no puedo evitar reír porque por más que suplique, no le
perdonaremos la vida, estamos luchando por la nuestra.
-
Lo siento, cielo, pero eso no será posible.
¿Cato? – Clove sonríe con satisfacción mientras le da el paso a Cato, Cato no
puede con su emoción y la atraviesa con su espada.
Escucho gritos y sollozos, pero eso no nos
detiene.
De alguna manera nos sentimos aliviados.
Estamos conscientes de que el juego ha comenzado.
Hay risas y felicitaciones.
Escucho a Glimmer gritar:
-
¡Doce menos, quedan once!
Los demás vitoreamos eso.
Comenzamos a registrar a la chica, por si
alguna de sus provisiones nos servía, pero no tenía nada que fuera bueno.
-
Será mejor que nos vayamos para que puedan
llevarse el cadáver antes de que empiece a apestar. – Dijo Cato con sorna.
Todos estamos de acuerdo con esto;
comenzamos a caminar una vez más, pero hay algo que no parece correcto.
-
¿No tendríamos que hacer oído ya el cañonazo? –
Pregunto con cierta confusión.
-
Diría que sí, no hay nada que les impida bajar
de inmediato. – Azora me dio la razón.
-
A no ser que no esté muerta. – Sugirió Glimmer.
-
Está muerta, la atravesé yo mismo. – Nos contestó
Cato con cierto fastidio.
-
Entonces, ¿qué pasa con el cañonazo? – Pregunto una
vez más.
Puedo notar como Cato se enfurece cada vez
más, es como una burla hacia él. Por primera vez, Clove permanece callada y
Peeta parece no importarle.
-
Alguien debería volver y asegurarse de que está
hecho. – Dijo Azora con cierta molestia.
-
Sí, estoy de acuerdo con Azora. No quiero tener
que perseguirla dos veces. – Glimmer también se veía fastidiada.
-
¡Dije que está muerta! – Cato ya estaba
hirviendo, estábamos dudando de sus capacidades de profesional y eso no lo
soportaría nunca.
Comenzó toda una discusión que podría
terminar mal, hasta que alguien gritó y para mi sorpresa había sido Peeta.
-
¡Estamos perdiendo tiempo! ¡Iré a rematarla y
seguiremos moviéndonos!
Esto nos sorprendió a todos, sobre todo a
Cato, que además de eso solo lo molestó más.
-
Venga, chico amoroso –le dijo Cato-, compruébalo
tú mismo.
Todos nos quedamos callamos y lo observamos
mientras iba hacia ella.
Entonces una voz me sacó de mi trance. Era Glimmer.
-
¿Por qué no lo matamos ya y acabamos con esto?
-
Deja que se quede. ¿Qué más da? Sabe utilizar el
cuchillo. – Le contestó Clove.
-
Además, es nuestra mejor posibilidad para
encontrarla. – Dijo con sorna Cato.
-
¿Por qué? ¿Crees que la chica se tragó la
cursilería romántica? – Volvió a preguntar Glimmer con cierto fastidio. Sé que
esto está siendo algo difícil para ella.
-
Puede. Parecía demasiado simplona. Cada vez que
la recuerdo dando vueltas con el vestido me dan ganas de vomitar. – Dijo Clove con
cierto asco y burla en su tono de voz.
-
Ojalá supiéramos como consiguió el once. – Esta
vez es Azora la que lanza la pregunta al aire.
-
Seguro que el chico amoroso sabe. – Clove dijo
con seguridad.
Todos se callaron cuando escucharon a Peeta
regresar.
-
¿Estaba muerta? – Preguntó Cato son soberbia en
su voz.
-
No, pero ahora sí – Le responde Peeta. En ese
momento se escuchó un cañonazo. - ¿Nos vamos?
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